domingo, 28 de agosto de 2011

Prisoners


El alma que habita el cuerpo, es una. El alma que habita el deseo es otra, me digo esto para convencerme a mi mismo de estos pensamientos. Para convencerme que una cosa es el sentir, otra el pensar. Dos almas que habitan dentro de mi y de vez en vez una me arrastra más allá, mas lejos, de donde me llevaría la otra.

Si vienes o si vengo, si nos vamos en medio de la tormenta, si rompemos la sombrilla endeble que nos guarece y se la lleva el viento, como un día se llevará el tiempo el cabello negro dejándonos las canas, como se llevará un día todos nuestros dientes el roer que hacemos de la vida, como se llevará un día la corrupción de los días nuestra rectitud al andar dejandonos encorvadas las ganas, como la noche terminará por llevarse el sueño y el amanecer las ocupaciones, que se limitarán a barrer el frente de la casa por las mañanas y regar las pocas flores que servirán para nuestra tumba.

El alma que me habita, de repente me abandona, sale a buscar su sustento, sus diarias labores. De vez en cuando olvida apagar alguna luz que quedó en la pasada noche encendida; otras, las menos, deja abierta una ventana por la que me inunda el polvo de estos vientos de febrero. Sin pena ni gloria, siempre vuelve por las noches, arropada de algún logro y algún cansancio.

Y así, si vas o me voy, regresamos al mismo punto incontables veces, rodeamos la vida y siempre creemos que hay atajos, siempre nos creemos mas listos que aquel frente al espejo. Siempre visitamos las mismas casas abandonadas en busca de algún consuelo. Y así, si vas o me voy, el alma que me habita parece que eso no le quita el sueño. Y aquella alma que me habita el deseo se desespera, siente y presiente que así como el polvo nos hará también gris la mirada, y las canas, y los dientes y lo encorvado de nuestras espaldas, así, de ese mismo modo, un día despertaras curada de mí, con otras cosas en la mente, con el sabor del café matutino en los labios y no mis labios, que tu dolor en el cuello no será de tener por almohada mi brazo, y el frío se te quitará con sólo abrigarte.

El alma que me habita el cuerpo es una, es tuya, es esa ansia indeleble del alma que me habita el deseo y ambas caminan dentro de mi como dos prisioneros unidos a los pies por el mismo grillete: Tus palabras hirientes. Y ninguna llegará ni irá mas lejos de donde la lleve la otra, porque es mi deseo pensarte al sentir.

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