lunes, 5 de septiembre de 2011

La Sangre De Las Gotas.


Una tras otra las gotas se precipitan en vanos suicidios, en absurdas caídas al suelo... Y los días se van opacando. Algo aquí dentro va perdiendo su lucidez. Las sombras mojadas se alargan y brillan con las amarillentas luces callejeras, que siempre son baratas, escasas, dispersas. Cuando al atardecer comienzan a prenderse, sabes que de un momento a otro la soledad, tu soledad, te golpeará desprevenido en el rostro. La bofetada de la soledad al atardecer es amarga.

Y una tras otra, en suicidio y soledad, las gotas escurren por los muros, aquellas gotas que cobardes prefieren la desaparición lenta del embarramiento al pequeño estruendo de aplastamiento por gravedad. La sangre de las gotas bañando las melancolías del mundo, la sangre de las gotas que brilla en los adosados caminos y forma charcos donde pequeños, brincamos... ¿Cuántos barcos de papel no han navegado y se han remojado hasta hundirse y des doblarse en la sangre de las gotas? Escurre la ciudad de todos sus muros, de todos sus abandonos, escurren las ropas que se tornan pesadas, demasiado pesadas. Se vuelve la vista una borrasca, se mezclan y confunden la sangre de las gotas y tus lágrimas.

En noches como esta, no existe un lugar que te quite este dolor, ni este abandono a tu alma, ni esta pesada soledad y densa tristeza. Fumas en la ventana y eso es un cuchillo que se clava, que se tuerce y te escarba. Quisieras dormir para no padecer estos momentos, quisieras poder tener alguien a quien ver a los ojos y ya todo lo conozca, porque en esa mirada se lo habrás contado. Quisieras poder llorar sobre ella y secar todas estas sangres de las gotas que te han contaminado por dentro, hasta quedar seco para volver a empezar. Quisieras poder empezar sin estas gotas que no paran de suicidarse y escurrirse y aplastarse y quejarse y arrojarse y desgraciarse y desangrarse... Quisieras poder contarle esto a alguien. Pero cuando las gotas se arrojan al vacío, todos corren, nadie escucha a nadie... Y solo caminas y piensas y sientes y tus lágrimas se mezclan y confunden con la sangre de las gotas, porque cuando mueren, nadie quiere a nadie.

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